Recuerdo con nostalgia esos momentos: Comprar mapas en la papelería para las tareas. Especificar el tipo de mapa, la región, con nombres o sin nombres. Y por supuesto, la tortura que seguía a ese grato momento de compra: colorearlos.
Trazar las líneas (o leer libros, comprarlos trazados) es la parte ligera del viaje. Llenar los espacios que limitan las líneas. Vivir como condición de color. Salir, o no estar encerrado en el área cómoda. No poderse quedar en el área cómoda. Poder y no deber quedarse en el área cómoda. Padecer el corazón humano. Enterrar la sociopatía. No quiero a los demás, no me gusta cómo son. Aceptarlo es quizá el primer paso necesario. Quizá tampoco sea necesario. Me divierten los nombres de las fronteras y de los accidentes geográficos. Nunca he sido bueno para ver los matices en los colores de las llanuras.
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2 comentarios:
Whoaa, estoy posteando en el futuro.
no manche maese, que pedo con la fecha? O_o!!! preste pandar igual!
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