lunes, 5 de julio de 2010

¿Qué era el miedo?

Me he cansado de contarle a mi Jimena la misma historia: Cuando yo era chavo le teníamos miedo a cosas reales, el Holocausto Nuclear, el Verdadero Fin del Mundo. En 1989 (quizá desde 1988) ese miedo empezó a desvanecerse. Habían pasado 43 años desde que terminó la 2a. Guerra Mundial. Las escaramuzas intermedias, los conflictos que destruyeron países enteros (Checoslovaquia, Vietnam, Cuba, Nicaragua, Camboya, Afganistán y un insoportable etcétera) nos parecían nada comparado con la gran posibilidad.

El miedo, decían por ahí, no era un argumento de novela. Era justificado. Sólo bastaba que alguno de los dos guerreros perdiera un poco la cabeza para destruirnos a todos. Yeltsin, un borracho de mala muerte, Homero Simpson ruso, fue la última línea de defensa.

Y ahora, 20 años después, es otro el miedo, más directo, más cercano, y mucho, mucho más elusivo: El narco, el asaltante, el terremoto, el nuevo virus por inventar, el terrorista. Ni idea de cuál será más probable, más cercano, no le podemos apuntar, no lo podemos materializar y no podemos, peor, decidirnos por el peor, o luchar contra cualquiera de ellos. No hay un Yeltsin que nos defienda. De hecho, si de algo estamos seguros, es que NO habrá un Yeltsin (un azar, un deux ex machina) que nos defienda o proteja.

Vivimos una era donde la fantasía se ha apropiado, más que nunca, quizá como jamás lo hará, del inconsciente colectivo. Los súper héroes, los mitos de semidioses modernos, la religión y superchería, la falta de responsabilidad de cada uno de nosotros, la imposibilidad absoluta de controlar NADA de nuestro destino nos tienen en trance.

Wim Wenders logró un atisbo de esa realidad. Hasta el Fin del Mundo se trataba de una máquina en la que los humanos podían ver sus sueños, era personal, una sencilla pantalla personal. Ahora, cuando nos veo a todos (a todos nosotros) frente a las pantallas de iPhones, Blackberrys, iMacs y vulgares PC's, más de lo que la TV jamás soñó que pudiésemos estar, veo nuestra persistente evasión, nuestro miedo que no sabe ser.

Tengo miedo de no saber luchar contra el miedo. No saber ni cuándo, ni cómo ni contra qué. Tengo miedo de sentir miedo sin saber que lo estoy sintiendo, sin querer saber.

Eso, eso me pasa, tengo miedo de no querer saber.